UN ENCUENTRO DESAFORTUNADO

 Esta mañana me levanté temprano. Amanecía un magnífico día que invitaba a pasarlo en la calle. Así que salí de mi casa y me dirigí a uno de mis bares preferidos para desayunar. Me senté en la terraza y al poco el camarero vino con el desayuno. Disfruté de cada sorbo y de cada bocado durante casi media hora. Cuando acabé, me levanté y tomé una calle que conducía al paseo marítimo con idea de recorrerlo entero. El  paseo marítimo de mi pueblo discurre paralelo a la playa, con una longitud  de algo más de 2 kilómetros. Cuando llegué allí me sentí eufórico, el sol de otoño brillaba en el cielo, un viento suave y cálido me acariciaba, el ruido de las olas me arrullaba y todo ello parecía presagiar un día maravilloso. Pero en ese momento vi algo que me desagradó, una mujer entraba en la playa con un perro, lo soltaba y éste, después de una breve carrerita, agachaba el trasero y depositaba un mojoncito sobre la arena, como recuerdo de su visita, y digo recuerdo porque allí quedó, ya que la dueña no se molestó en retirarlo.

El ayuntamiento de mi pueblo prohíbe el acceso de perros a la playa durante el verano, pero en esta época del año, otoño, sí que lo permite. Hace tiempo que ya he asumido esa situación, aunque no la comprendo y también hace tiempo que envié una carta de protesta por ello al ayuntamiento, aunque con ningún resultado, porque ni siquiera merecí una respuesta.

Pero, volviendo a lo anterior,  lo que me desagradaba  es que la mujer soltó al perro nada más entrar en la playa y éste hizo lo que antes he relatado. Resulta que el ayuntamiento de mi pueblo tiene publicada una ordenanza sobre tenencia de animales de compañía que obliga a los dueños a llevarlos atados cuando se encuentren en un lugar público y a retirar los excrementos que puedan depositar, obligaciones, ambas, que la dueña del perro se pasó por el arco del triunfo, al igual que muchos otros perrunos que hacen lo mismo (por abreviar, llamo “perrunos” a los dueños/as de perros). Por ese motivo (la abundancia de excrementos), ya no recuerdo la última vez que fui a la playa. Sí que recuerdo que en una ocasión, hace ya varios meses, me encontré, sin pensarlo, pisando la arena y al ver unos cuantos mojones de perro que me rodeaban, decidí darme la vuelva y volver por donde entré.

Intenté olvidar todo el asunto mientras recorría el paseo, pero me resultó muy difícil porque vi a muchos más perrunos por la playa con sus perros sueltos, y pensé, con tristeza, que una playa bonita ha dejado de serlo y se ha convertido, casi todo el año, en un área de campeo de perros.

Estaba dándole vueltas en mi cabeza  a todo eso, cuando vi acercarse hacia mí a una mujer acompañada de un perro suelto de mediano tamaño, no se la raza. El perro debía ser joven o llevar mucho tiempo encerrado porque estaba muy nervioso y corría sin descanso de un lado al otro del paseo. Cuando la mujer y el perro se cruzaron conmigo resultó que la mujer estaba en un lado del paseo, el perro en el otro y yo en el medio. Entonces la mujer llamó al perro, que corrió rápidamente hacia ella, pero tan atolondrado, quizás por la llamada inesperada, que chocó conmigo y me golpeó la pierna. Yo me encaré con la mujer expresándole mi desagrado y confirmándole el hecho de que el perro me había golpeado. La mujer  afirmó que eso no era posible y que lo que había pasado era que el perro se había cruzado en mi camino y por eso me pidió perdón. Yo le contesté que no quería sus disculpas sino que sujetara a su perro con una correa para que no se echara de nuevo encima de nadie, y, en particular y muy especialmente, encima de mí. A eso ella me respondió que de ninguna manera iba a sujetar al perro porque yo lo dijera. Y, orgullosamente, dio media vuelta sin permitirme responderle y se alejó  tranquilamente, seguida del perro que había aprovechado nuestra corta conversación para mearse en una señal de “prohibido perros” que aún quedaba por allí. Yo me quedé con la palabra en la boca, mirando como se alejaba, e impotente ante la actitud de esta mujer, y ahora me pregunto: ¿tú que hubieras hecho?

Comentarios

  1. Pues mira, yo pienso que no porque sea otoño tiene que permitir el ayuntamiento la entrada de perros a la playa. Los perros en la playa siempre deberían estar prohibidos. Tanto ahí, como en los centros comerciales como en los trenes y en todos estos sitios. Por higiene, no deberían dejar entrar animales a esos sitios

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    1. Estamos de acuerdo. Hay muchos sitios en los que no deberían estar los perros, por ejemplo: en las playas. Pero la moda de las mascotas presiona con mucha fuerza para que se acepten. Creemos que deberíamos organizarnos todos los que pensamos de otra forma para presionar en sentido contrario.

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  2. Si, estoy de acuerdo en eso. Hay que presionar

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  3. Me parece un poco ridículo de entrada, el hecho de que se les llame mascotas cuando la mascota por excelencia son los perros y debería decirse perros directamente. Por otro lado, también me parece ridícula la decisión de no prohibir perros en las playas en otoño cuando debería estarlo todo el año por higiene y otras cosas, básicamente higiene. Y por último, me parece muy mal que la mujer llevara el perro suelto y se cruzara y te diera, debería llevarlo atado

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  4. Pues si, coincidimos en todo eso que dices

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